Jorge Zepeda Patterson - Milenio
Antes de dejar atrás el sexenio tsunami que ayer terminó, quiero abordar un detalle que parecerá ínfimo en el contexto de los movimientos telúricos que el país experimenta. Pero se trata de un “detalle” que reivindica una cualidad a punto de extinguirse en la clase política: la contradicción entre la ética personal y las consignas. Un pequeño homenaje a individuos que decidieron obedecer a sus principios por encima de la exigencia de un mando superior, aun a costa de su carrera política.
Supongo que habrá muchos casos anónimos, desde el nuevo miembro de la Guardia Nacional que prefirió retirarse antes que obedecer las instrucciones aviesas de una “manzana podrida”. El funcionario que optó por rechazar una promoción a una zona donde había que “mojarse”. El empresario que decidió abstenerse de una licitación garantizada a cambio de comprar a un comité de selección. El anonimato de muchos de estos casos impide hacer un reconocimiento; probablemente existen con mayor frecuencia de lo que creemos. Ojalá. Sin embargo, hay otros casos que no deben pasar inadvertidos porque constituyen recordatorios de que la congruencia ética no ha desaparecido del todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario