Federico Reyes Heroles - Excélsior
Algunos son deseos terrenales. Otros anhelos auténticos, con la vehemencia que suponen. También hay simples sugerencias, producto de la información. Hay mucho de convicciones.
Deseo que a Sheinbaum le vaya muy bien. Lo deseo por el futuro de quienes me rodean, por la descendencia, por los que vienen y vendrán. Lo deseo por amor, así suene cursi, a mi país, el que dio espacio a mis bisabuelos paternos, a mi abuelo paterno, emigrados por la pobreza que invadía a España. Lo anhelo, con algo de vehemencia, porque estoy convencido de que —como dijera Peter Sloterdijk— estamos en el mismo barco. Coincido en lo esencial, primero los pobres. Pero para lograrlo como un éxito nacional permanente, no debemos engañarnos con la fórmula seguida en los últimos años. No hay atajos: educar, ahorrar, crear empleos formales y de calidad, incrementar la productividad, que el pastel crezca para recaudar más. También nuevos impuestos. Sólo así tendremos un Estado más fuerte. Recaudación débil, estado débil. Eso no cambió. Gastar bien es parte esencial de la fórmula. La certidumbre jurídica es condición de todo lo anterior. Esa, hoy, se tambalea.
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