- Queda el último empujón para llegar al 2%, pero han logrado moderarla sin generar una recesión
- Los analistas ya ven una inflación del 2,1% en Europa en 2025, casi en el objetivo del BCE
- La Fed insiste en que su plan sigue siendo bajar tipos, a pesar del mal dato de IPC de abril
Jerome Powell, presidente de la Fed, y Christine Lagarde, presidenta del BCE.
Víctor Blanco Moro - Madrid - elEconomista
La inflación es uno de los fenómenos más peligrosos para una economía. Entrar en una espiral inflacionista es un riesgo que todo el mundo quiere evitar, ya que tiene muy difícil solución, y suele desembocar en periodos de crisis o recesión por las medidas que los políticos monetarios y los gobiernos se ven obligados a implementar para volver a meter en cintura al repunte de los precios. Existe una frase célebre del banquero central alemán, Karl Otto Pöhl, para ilustrar la amenaza que supone la inflación: "Es como la pasta de dientes: es muy fácil sacarla del tubo, pero casi imposible volver a meterla dentro".
Después de la crisis del Covid-19 la inflación repuntó hasta niveles muy preocupantes, pero, casi un año después de que el avance de los precios tocase techo, los grandes bancos centrales del planeta, la Reserva Federal estadounidense, y el Banco Central Europeo, parecen haber conseguido lo que parecía imposible: devolver la inflación al tubo de dentífrico y lograrlo, además, sin hacer descarrilar la economía. Si bien es cierto que el IPC todavía sube a un ritmo más rápido de lo que pretenden los bancos centrales (buscan una inflación estable en el entorno del 2% interanual), también lo es que se ha conseguido moderar desde los máximos, que superaban el doble dígito en verano de 2022, hasta el entorno actual del 3,5% en Estados Unidos, y del 2,4% en la zona euro.
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