- Las molestias de la oficialidad y la tropa con el general Sandoval tienen que ver con el trato que les ha dado por la obediencia sin objeción a los deseos de convertir a los soldados en albañiles.
Raymundo Riva Palacio - El Financiero
La sucesión para la titularidad de la Secretaría de la Defensa se ha complicado. Bueno, al menos para el general secretario, Luis Cresencio Sandoval, que apenas hace poco más de un mes parecía haber resuelto el dilema sexenal revelado en una columna publicada en este espacio el 20 de mayo, donde se mencionó que le propuso al presidente Andrés Manuel López Obrador al subsecretario Gabriel García Rincón para sucederlo. Desde entonces, las cosas para el general se han complicado y su relación con el Presidente se ha deteriorado. Tanto, que López Obrador lo tiene congelado.
El distanciamiento del general se dio cuando quiso insistir con el Presidente sobre su sucesor, pero lo paró. López Obrador le impidió que cabildeara por el general García Rincón y tampoco le permitió comentarios sobre la sucesión en las Fuerzas Armadas. Sandoval tenía grandes expectativas –como su ambición de que la Marina quedara subordinada a la Secretaría de la Defensa Nacional–, pero, como suele suceder con el Presidente, cuando alguien deja de serle funcional, lo desecha. Los problemas para el general, que durante todo el sexenio se convirtió en una de las pocas voces que consultaba y escuchaba, no terminaron con el descolón.
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