Gerardo Esquivel - Milenio
La semana pasada se reactivó la discusión sobre la progresividad de los programas sociales. Un grupo de estudiosos de estos temas ha señalado reiteradamente que las transferencias gubernamentales son ahora menos progresivas que antes (es decir, que ahora se concentran menos en la parte baja de la distribución del ingreso). Al hacerlo, parecen sugerir que la política social previa funcionaba mejor que la actual. De hecho, en algunos de estos análisis se percibe una cierta nostalgia por las políticas del pasado.
Que la distribución de los programas sociales sea hoy menos progresiva de lo que era en el pasado es algo relativamente obvio. Esto es simplemente el resultado de haber sustituido programas focalizados (como Prospera) por programas de carácter más universal (como la Pensión a Adultos Mayores o las becas a estudiantes de escuelas públicas). Este cambio, por su propio diseño y naturaleza, representa una menor progresividad. Esto, sin embargo, no es necesariamente negativo ni es peor de lo que se tenía antes. Cabe señalar que la discusión entre focalización y universalización de los programas sociales es añeja y que hay ventajas y desventajas en cada uno de estos enfoques. Sin embargo, no hay que perder de vista que estos no son sino distintos instrumentos de las políticas sociales y que estas, en todo caso, deben ser evaluadas por sus resultados.
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