León Bendesky - Periódico La Jornada
El filósofo alemán Peter Sloterdijk publicó recientemente un atractivo texto titulado Gris y con el subtítulo de: el color de la contemporaneidad. Que las configuraciones sociales se miren en términos de su coloración es un asunto interesante. Lo es especialmente en el caso del gris. Esto lleva, primero, a pensar el gris en tanto que un color. El estudio se refiere a la filosofía, la cultura, la política. Y de ahí se deriva de modo natural a la cuestión de pensar en ese color; en esa combinación cromática tan extensa y rica en tonalidades y significados que exige el ejercicio crítico del pensamiento, que huye presuroso de la dualidad que representa pensar en blanco y negro.
Que el color forma parte relevante de las expresiones políticas es notorio. Los colores se asocian de manera directa con las ideologías, las identidades o los propósitos y los mensajes de quienes los exhiben y enarbolan. Los nacionalismos, las banderas o la indumentaria son coloreados, igualmente lo son los emblemas de los partidos políticos.
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