Luis Rubio - El Siglo de Durango
A la memoria del Ing. Raúl Baz.
Los momentos decisivos en el devenir de un país son aquellos en que surge un liderazgo efectivo que enfrenta de manera contundente una grave adversidad. México enfrenta hoy dos adversidades: la que viene del exterior y la hecha en casa. Sobre la primera se está haciendo lo mejor posible. La segunda viene de hace mucho, pero se ha agudizado de manera intencional en los últimos siete años. La combinación promete ser letal y exige respuestas para las que hoy no parece haber ninguna. No hay hacia dónde hacerse: la trayectoria no es buena, lo que arroja sólo una pregunta: ¿habrá, primero, un reconocimiento del momento en que estamos y, segundo, la capacidad, pero sobre todo disposición para hacer algo al respecto?
Los embates de Trump y la incertidumbre que estos traen consigo sin duda explican parte del momento que vive la economía mexicana, pero habría que estar ciego, o, más exactamente, intencionalmente cerrando los ojos para no querer ver las causas de una premeditada destrucción de las pocas fuentes de certeza y viabilidad económica, ya de por sí débiles, con que contaba el país. Cualquiera que sea el devenir de los aranceles que nos propine Trump, el futuro del país dependerá de lo que haga, o deje de hacer, el gobierno mexicano y, por más que la presidenta merezca reconocimiento en su conducción de la relación con el presidente norteamericano, el camino que sigue el país no es conducente hacia un futuro promisorio.
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