- El trumpismo inflige graves daños a su país y a otros. Pero para Europa puede ser la oportunidad de ganar espacios, recuperar la vitalidad, creer más en sí misma
Andrea Rizzi - El País
El mundo observa atónito las llamas del incendio neroniano prendido en Washington. La declaración de guerra comercial trumpista al mundo es un nuevo, gigantesco, acto de rasgos suicidas de EE UU. Trump está dinamitando las principales palancas de proyección del poder estadounidense —una extraordinaria red de alianzas y un entramado de globalización del que su país sacó grandes beneficios— con una acción que, además, por el camino, fomenta sentimientos de desconfianza, resentimiento y desprecio de forma casi generalizada en el mundo. El daño autoinfligido es inconmensurable. Desgraciadamente, los océanos no podrán resguardarnos de este tipo de llamas, y las quemaduras harán mucho daño a otros a lo largo y ancho del planeta.
Sin embargo, en este proceso de autodestrucción del país hegemónico residen, además de riesgos, grandes oportunidades para otros. Para Europa también. Los caminos son múltiples, pero pueden tal vez ser resumidos en un concepto: la recuperación de la vitalidad.
Europa sufre desde hace lustros una lenta hemorragia, con declive de fuerza demográfica o militar, con salida de talentos y de capitales —de forma muy consistente, precisamente, hacia EE UU—, con un proceso de creciente irrelevancia en las relaciones internacionales. El incendio neroniano ofrece, en medio de grandes dificultades, una gran oportunidad de revertir estos procesos.
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