Peniley Ramírez - Sonora Presente
Un camión llegaba al Rancho Izaguirre en las mañanas y las noches. Arriba, desde el techo de la pequeña construcción, vigilaban hombres armados. A los hombres y mujeres que entrenaban allí les daban ropa táctica, de un proveedor que vendía uniformes, botas, accesorios. Sustituían con eso los atuendos con los que habían llegado, casi siempre ropa de paca, comprada en mercados baratos.
Al menos un militar, un marino y tres civiles estuvieron allí y salieron vivos. También visitaron el lugar médicos y vendedores. Entre quienes fueron forzados a entrenar en ese sitio, hay gente común, que llegó a centrales de autobuses en Guadalajara con la promesa de un trabajo. Era mentira. Les quitaban sus celulares y los llevaban al rancho, a la fuerza.
Estas son algunas de las pistas que las autoridades federales y estatales han seguido en la investigación del caso Teuchitlán. Fuentes con acceso a detalles de las investigaciones me dijeron que la cadena de custodia de los indicios que recolectaron en Jalisco no fue exhaustiva, así que los investigadores no tienen certeza de que los restos óseos que ya se han analizado fueron obtenidos en el rancho. Hubo indicios que se encontraron, supuestamente, en septiembre, cuando la Guardia Nacional intervino en el Rancho Izaguirre, pero no se analizaron. Los restos, que incluyen fragmentos de dientes “muy afectados y expuestos a calor” no se revisaron rigurosamente.
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