Luis Rubio - El Siglo de Durango
ÁTICO.- La sucesión presidencial en EUA anuncia tiempos difíciles, pero los problemas de México no se generan allá, sino en su poca capacidad.
La relación con Estados Unidos será siempre compleja por las enormes diferencias entre dos naciones histórica, cultural y económicamente tan contrastantes, pero eso no ha impedido que la vecindad se haya convertido en una fuente de enormes oportunidades. Ahora, pasada la elección presidencial de esa nación, el gobierno mexicano tendrá que definir qué espera de nuestro vecino y cómo se va a relacionar con su nuevo gobierno. Más importante, el verdadero asunto para México es cómo va a lidiar con nuestras propias carencias, porque ese es el tema de fondo.
Hay tres dimensiones que tienen que ser apreciadas. Primero que nada, la profundidad y, sobre todo, trascendencia de la interacción económica. Se trata de quizá la frontera más dinámica del mundo (con más de tres millones de dólares de intercambios por minuto) donde nuestras exportaciones constituyen el principal motor de crecimiento de la economía mexicana. En una palabra, no hay forma de minimizar la relevancia y trascendencia de esta relación.
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