domingo, 12 de mayo de 2024

CUANDO EL DESTINO NOS ALCANZA

  • Tercero, la fragmentación política, el discurso nacionalista y el atrincheramiento generan, entre otras cosas, una escalada armamentista, la hostilidad entre vecinos y potencias y el debilitamiento de los organismos multilaterales o del peso de la comunidad internacional para resolver conflictos.

Palestinos observan la destrucción después de un ataque israelí en edificios residenciales y una mezquita en Rafah, en la Franja de Gaza, el 22 de febrero de 2024. Foto: Fatima Shbair, AP

No es que estemos convirtiendo en galletas alimenticias a los ancianos, como sucedía en la célebre película Cuando el Destino nos Alcance, protagonizada por Charlton Heston. Pero sí habría que atender los signos que revelan una descomposición planetaria que no habíamos conocido. Ciudades de clima templado convertidas en metrópolis tórridas y regiones tórridas devenidas en verdaderos infiernos, aureolas boreales donde no las había, tornados incesantes en el centro del Imperio, ciclones cada vez más salvajes, nuevos virus que por primera vez en la historia adquieren una dimensión mundial y sobre todo una sequía que no hará más que empeorar.

Las películas de ciencia ficción suelen introducir escenarios de fin del mundo argumentando la implosión de alguno de estos factores; la realidad es menos melodramática, pero tendencialmente igual de trágica, porque todos están sucediendo de manera gradual y alimentándose unos a los otros. Soportar 35 grados en la Ciudad de México o 47 en Mérida remite en última instancia a la alegoría de las ranas colocadas en una olla con agua en la estufa: el empeoramiento es tan micro gradual que terminan calcinadas sin haber intentado escapar; nunca se dieron cuenta de haber estado en peligro de muerte. En algún momento la capital llegará a 40 grados y Mérida a 53, y peor aún, no se detendrán allí.

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