- A diferencia de los últimos presidentes, Claudia Sheinbaum ha tenido que enfrentar un arranque de gobierno con múltiples nubarrones, y lo realizado arroja un balance favorable
Jorge Zepeda Patterson - El País
Es absurdo valorar las acciones de los primeros tres meses con juicios categóricos sobre el país que Claudia Sheinbaum tiene en mente y sobre su capacidad para construirlo. Los tiempos extraordinarios que estamos viviendo nos ofrecerían, más bien, elementos para valorar sus capacidades para navegar entre aguas turbulentas en medio de la tormenta. Mucho de lo que ha dicho y realizado durante estas semanas es una respuesta a una emergencia o a un desafío, en ocasiones sobre la base del menor de los males. Desde el accidentado proceso de aterrizaje de la reforma judicial, la definición de un presupuesto que se sabía insuficiente frente a necesidades enormes, la explosión de la violencia en el sureste y en Culiacán, el desplome de la inversión pública al final de sexenio y, sobre todo, el triunfo de Donald Trump, cuyas constantes amenazas enturbian seriamente las posibilidades de México.
Ningún presidente en las últimas décadas ha tenido que enfrentar un arranque de gobierno con tantos nubarrones. Ernesto Zedillo padeció, sí, una devaluación dramática en su primer mes, pero claramente se trataba de una crisis coyuntural, por pesada que esta fuera. Lo que representa Trump, en cambio, constituye un desafío al modelo económico seguido por México en las últimas tres décadas, centrado en la integración con el mercado norteamericano. En el peor de los escenarios una afectación radical del Tratado Comercial, de los flujos de remesas, de migrantes y de turistas, tendría profundas consecuencias en el tejido social y económico del país.
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