Por: Federico Rubli Kaiser - El Economista
2025 será un año marcado por incertidumbres y riesgos. Entre los mayores están el inicio del gobierno de Trump y las políticas que adoptará, en particular, la comercial y su actitud frente al T-MEC. Internamente, existen fuertes dudas sobre la forma en la que operará el país con un nuevo y disfuncional sistema judicial. Los factores más complicados de la coyuntura económica se relacionan con la fuerte desaceleración esperada del PIB y con el manejo de las finanzas públicas en un contexto de gastos que son difíciles de ajustar, como el de los programas sociales, el de las pensiones y los del servicio de la deuda pública. La menor dinámica del PIB se asociará con un menor gasto del consumo privado y una contracción de la inversión en general. Por ahora, podemos estimar que la desaceleración resultará en un PIB que crece entre 0.8 a 1.0 por ciento.
Hay que reiterar que los supuestos optimistas que respaldan el presupuesto federal hacen difícil ajustar al déficit fiscal total para que este alcance 3.9% del PIB. De igual forma, se percibe complicado alcanzar un superávit primario (que excluye los gastos financieros) de 0.4% del PIB frente al déficit en 2024 de 1.6% del PIB. Sin una reforma fiscal, que el gobierno se niega a plantear, se complicará aún más el manejo de las finanzas públicas, pues al rehuir ajustes al gasto y contar con menos ingresos sin cambios impositivos, la única salida que quedará es incrementar el endeudamiento, lo que rebasará el objetivo de mantener la deuda en 51.4% del PIB. Sobre el manejo financiero y operativo de Pemex no se visualiza un cambio positivo. La empresa pública seguirá drenando cuantiosos recursos públicos sin una debida consideración de rentabilidad y sin proponer un cambio corporativo estructural que enderece a la petrolera.
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