Por: Maribel Núñez Mora F. - El Economista
Durante décadas, el empleo profesional fue sinónimo de movilidad social.
Estudiar una carrera, especializarse, ascender en la jerarquía corporativa: esa era la fórmula del progreso. En México, ser profesionista implicaba estabilidad, reconocimiento y, sobre todo, una promesa: tu preparación te asegurará un mejor ingreso que el promedio.
Esa promesa ya no se cumple.
Hoy, miles de profesionistas mexicanos -con estudios universitarios, posgrados y años de experiencia- ganan prácticamente lo mismo que hace una década. Sus ingresos apenas se ajustan a la inflación, mientras su poder adquisitivo se erosiona día a día.
Y lo más paradójico: muchos de ellos están quedando rezagados frente a los recientes incrementos al salario mínimo.
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