- El recorte de tipos del BCE en julio ha sido una decisión acertada, frente al parón de la Fed
- Lagarde necesitaba un acierto para mejorar la credibilidad del BCE
- El movimiento fue arriesgado por la gran incertidumbre que existe en este momento
Christine Lagarde, presidenta del BCE. Foto: Reuters
Víctor Blanco Moro - Madrid - El País
Este verano Christine Lagarde y el Banco Central Europeo han conseguido aumentar su credibilidad en un momento muy necesario para la institución. El Consejo de Gobierno del BCE ha dado una lección de valentía a la Reserva Federal al adelantarse en el inicio del proceso de bajadas de tipos, un movimiento que se está demostrando acertado. La confianza del BCE en su propio análisis de la situación macroeconómica, al ver indicios claros de una desinflación estructural, ha dado sus frutos y ha permitido al organismo iniciar los recortes de tipos en el momento adecuado. Sin dejar de ser prudente, Lagarde ha conseguido empezar con buen pie el ciclo de bajadas en el precio del dinero, y por primera vez en mucho tiempo, el BCE puede respirar tranquilo, sin tener la sensación de estar corriendo detrás de la inflación. El organismo europeo se ha adelantado a la Fed, con una decisión que mejora el balance del BCE desde que Lagarde empezó su mandato en el año 2020. Ahora el balón está en el tejado de la Fed, si quiere volver a asumir su papel del banco central que lidera las tendencias mundiales de los tipos de interés.
La decisión que ha tomado el BCE en junio la coloca como el banco central líder en el proceso de bajadas de tipos, algo que no es habitual, ya que es el papel que suele asumir la Fed, el banco central más poderoso del planeta, por el impacto que tienen sus políticas en todo el mundo. El recorte que decidió llevar a cabo el organismo europeo en el mes de junio fue un movimiento arriesgado, teniendo en cuenta que el banco central (como también le ocurrió a la Fed) se equivocó en los primeros meses de la crisis inflacionista al asegurar que se trataba de un proceso "transitorio". Aquel no fue el mejor momento de un BCE al que algunos han acusado de imprudente, por no ser capaz de prever que los estímulos milmillonarios de la era del Covid, combinados con los cuellos de botella y el impacto de la transición energética, escondían el peligro de generar un repunte de la inflación. Así, para el BCE, haber acertado en el recorte de tipos este verano, mientras la Fed pecaba de excesiva prudencia es un soplo de aire fresco que mejora el balance de la institución durante los últimos años.
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