- La respuesta al ascenso de la vicepresidenta en las encuestas es decir un montón de disparates y ver si alguno cala
Paul Krugman - El País
Donald Trump ha estado usando una palabra fea para describir a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. No, no me refiero a la palabra que empieza por “p”, aunque al parecer la utiliza en privado. Me refiero a “comunista”, un insulto del que se han hecho eco algunos de sus aliados. Por ejemplo, Elon Musk, en un post en X, declaraba que “Kamala es literalmente comunista”, demostrando, entre otras cosas, que literalmente no conoce el significado de “literalmente”. Ahora bien, está claro que Harris no es comunista. Entonces, ¿por qué dice Trump que lo es? Bueno, el hostigamiento a los rojos, al igual que el hostigamiento racista —que Trump también practica con Harris— es parte de la tradición política estadounidense. Por ejemplo, al principio de su carrera política, Ronald Reagan formó parte de la Operación Taza de Café, un esfuerzo por convencer a los votantes de que un seguro sanitario gubernamental destruiría la libertad estadounidense.
También es cierto que el relato político estadounidense carece de un término ampliamente aceptado para las personas que no creen que el Gobierno deba controlar los medios de producción, pero que sí creen que debemos tener políticas que limiten la desigualdad y prevengan las dificultades evitables. Para encontrar ese término hay que ir a los países europeos, en los que era importante distinguir entre los partidos que apoyaban una red fuerte de seguridad social y los partidos comunistas, que no eran ni mucho menos lo mismo. En estos países, los políticos como Harris, quien apoya una economía de libre mercado con una sólida red de seguridad social, se conocen como socialdemócratas. Y la socialdemocracia no es una postura radical. Al contrario, ha sido la norma durante generaciones en todas las naciones ricas, incluida la nuestra.

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