Por: Francisco Reséndiz - La Razón de México
No hay que darle muchas vueltas: los deportistas mexicanos de elite —sí, ese centenar de hombres y mujeres que nos representaron con orgullo, dignidad y valentía en los Juegos Olímpicos de París 2024– reciben migajas de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte y sus triunfos, esos que hacen vibrar a los mexicanos, son exclusivamente de ellos y sus familias, de nadie más.
A Ana Guevara, nuestra heroína que inspiró a miles de niñas y niños, hoy no le importa ni la inversión pública en el deporte ni que los atletas no reciban reconocimiento ni apoyos de su gobierno cuando ellas y ellos —como ejemplos a seguir—pueden ser uno de los más grandes activos para abatir la violencia que aqueja al país.
Nublada por la soberbia y la protección de Palacio Nacional, la exatleta y actual funcionaria del Estado Mexicano no ve la grandeza de su responsabilidad y se ha enfrascado en pleitos absurdos, en escándalos, en malos manejos financieros, en criticar y abatir a los deportistas y en dejar de luchar por el deporte mexicano. Se le olvidó lo que es ser atleta y hoy hace con lo suyo lo que se le da su “chingada gana”
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