- Entre sincronizadas y refrescos, las rijosas tribus del PRD se pusieron de acuerdo en casa de Sheinbaum. Rosa Icela, Bejarano y Amalia Solórzano formaron parte de la conspiración.
Alejandro Almazán - Milenio
El acta de defunción tiene fecha del 10 de junio de 2024. Ese día, el Instituto Nacional Electoral (INE) notificó a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que habían perdido el registro y, con ello, su fuerza política. Los dueños de la marca, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, intentaron que resucitara al tercer día. El tribunal electoral, sin embargo, desechó las impugnaciones con las que buscaban pepenar miles de votos y el PRD fue desconectado finalmente el 8 de agosto. Su historia se cierra luego de 35 años.
Fiel a la tradición de izquierda, nació y murió dividido entre grupos que reñían hasta por un lápiz. La normalización de las tribus al interior del partido enfermó al PRD desde su infancia. A las causas de su fallecimiento habría que añadirle el daño que le hicieron sus dos grandes caudillos –Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador–, los pequeños círculos que se distribuían el poder, la incapacidad que tuvieron sus dirigentes para autorregularse y la corrupción que sedujo a las corrientes.
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