Gerardo Esquivel - Milenio
El Banco de México anunció el jueves pasado una reducción de un cuarto de punto en su tasa de interés objetivo (de 11 por ciento a 10.75 por ciento). Para algunos, esta decisión fue sorpresiva (o incluso equivocada) considerando que en días recientes había mucha volatilidad en los mercados y, sobre todo, a la luz de la tendencia ascendente de la inflación, la cual pasó de 4.42 por ciento en marzo a 5.57 por ciento en julio.
La decisión del Banco ha sido sujeta de muchas críticas, algunas de ellas válidas y otras no tanto. No voy a entrar a discutir si la decisión fue correcta o no. Más bien, me interesa señalar que algunos ataques a la decisión son completamente injustificados. Debe entenderse que las decisiones de política monetaria son complejas por naturaleza, ya que se debe analizar una amplia gama de variables económicas, el entorno económico local y global, así como las expectativas sobre diversas variables en el futuro. No es, por tanto, una decisión sencilla.
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