El
Gobierno de Japón ha elegido unos pequeños muñecos tradicionales de Tohoku, la
zona norte del país, como obsequio para los delegados que participan en la
asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Los
okiagari-koboshis, con siglos de historia, están diseñados de modo que su peso
les haga recuperar la verticalidad aunque se intente tumbarlos. El Gobierno
japonés dice que deposita en esos amuletos su esperanza de recuperación y
estabilización de la economía nipona y mundial. Pero lo que la Asamblea del FMI
certificará esta semana es que la recuperación mundial se tambalea, con Europa
(y en particular España e Italia) como foco de las mayores preocupaciones.
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