José Fernández Santillan / El
Universal
Pasado
mañana, domingo 7 de octubre, los venezolanos irán a las urnas para decidir si
continúa el proyecto encabezado por Hugo Chávez o si dan paso a la alternativa
representada por el opositor Enrique Capriles. Ciertamente, son elecciones
internas, nacionales; pero, dada la proyección internacional que le ha dado a
su poder el propio Chávez, lo que allí se juegan trasciende las fronteras
venezolanas: está en disputa la estrategia de ir ganando posiciones en toda
América Latina y el Caribe. Del lado chavista, como afines a ese proyecto,
podemos enumerar países agrupados en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA). Allí están, por ejemplo, Ecuador encabezado por Rafael
Correa, Bolivia liderado por Evo Morales y Nicaragua dominado por Daniel
Ortega. Se trata del núcleo duro de mandatarios que han hecho resurgir el
“neopopulismo”.
Por su
parte, Capriles ha mostrado su preferencia por una línea más acorde con el
modelo socialdemócrata al estilo brasileño y que, a mi parecer, tiene similitudes
con lo que están haciendo Pepe Mújica en Uruguay y Laura Chinchilla en Costa
Rica, así como con lo que realizaron, en su momento, Michelle Bachelet en
Chile, y Leonel Fernández en la República Dominicana (relevado este año por
Danilo Medina, también del PLD).
Las
elecciones venezolanas en curso también adquieren un matiz especial porque es
la primera vez que, en la era chavista que comenzó en 1999, la oposición logra
unirse alrededor de una figura que le ha dado coherencia y rumbo. Es lo que
hizo posible, en términos partidistas y de organización social, el bloque
reunido en torno a la Mesa de la Unidad Democrática. En la boleta electoral,
Capriles (quien fue gobernador del estado Miranda), está respaldado por varios
partidos, entre ellos, MPV Progresista, Unidad, Va Pa Lante, Moverse y
Avanzando. A Chávez lo apoya el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Hace seis
años, en cambio, la oposición cometió el error de llegar dividida a las urnas.
Así, Hugo Chávez no tuvo problema en al- canzar la reelección por tercera
ocasión para el período 2007-2013. En términos de filosofía política clásica
estamos frente a la figura del tirano por defecto de ejercicio (tiranno ex
parte exercitii).
En su
larga estancia en el mando, el militar de Sabaneta se ha puesto por encima de
las instituciones y las leyes. Ha expropiado tierras, empresas, medios de
comunicación opositores; ha reprimido y encarcelado a disidentes. Ha polarizado
el ambiente social y político. “O están conmigo, con el pueblo y con Venezuela
o están con la oligarquía los yanquis y el imperialismo.” Ciertamente, también
ha echado a andar programas sociales, pero casi siempre estos programas tienen
una orientación políticamente motivada. Ha instaurado, en pocas palabras, el
gobierno de un hombre trayendo a nuestra época la peor tradición de la política
dictatorial latinoamericana y, como lo hemos dicho, ha pretendido exportar ese
modelo bajo el signo de la “Revolución bolivariana” a la que también suele
llamar, muy a su manera, “el socialismo del siglo XXI”.
Así es
difícil celebrar elecciones imparciales, limpias y competidas. No obstante,
allí están Capriles y sus seguidores dando la batalla. Ha sido mucho el
desgaste que ha sufrido el país y su economía. El tirano ha visto mermadas sus
fuerzas tanto físicas como políticas. Ya no convence. La gente lo abuchea en
sus giras de proselitismo. Los medios de comunicación oficialistas, por
supuesto, quieren ocultar esas manifestaciones de repudio. Interrumpen las
transmisiones; pero no pueden tapar la boca a tantas personas.
Las
encuestas pronostican los resultados más variados, pero doy un dato confiable:
la casa Varianzas le da a Capriles dos puntos de ventaja sobre Chávez. Es
complicado, pero vamos a ver si los venezolanos logran sacudirse por la vía
pacífica a esta dictadura.
Profesor
del Tecnológico de Monterrey (CCM)
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