Desde Gerhard Schröder, Alemania se guía cada vez
más por la definición de sus intereses nacionales
Jean-Marie Colombani / El País
El Premio Nobel de la Paz atribuido a la Unión Europea llega oportuno
para levantarnos el ánimo. Este premio no solo implica un reconocimiento a lo que se ha llevado a cabo —nunca se repetirá bastante
hasta qué punto la Unión Europea, esa construcción sin parangón, es una
excepción en la historia, un logro inaudito—, sino que además es claramente un
llamamiento a no bajar los brazos y a continuar la obra emprendida para superar
la crisis actual. Tras una semana marcada por el “no” de Angela Merkel al proyecto de fusión
entre la EADS europea y la BAE System británica, bien que lo necesitábamos.
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