El tema
es espinoso. Toda democracia parte del principio de que la soberanía radica en
el pueblo. Es éste quien se expresa en las urnas y de ahí surge un mandato.
Pero en la calidad de una elección intervienen muchos factores: el nivel de
escolaridad e información, la condición del bolsillo, la fama de los candidatos
y cada vez más, la imagen. La expresión pueblo es engañosa. A decir de Hegel,
el pueblo es esa parte del estado que no sabe qué quiere. Cuando alguien sabe
lo que quiere adopta una ideología o un marco de principios, se afilia a una
asociación o a un partido. Ese paso transforma a la masa amorfa en un actor
político. El estado requiere de esos actores para consolidarse.
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