Trucar los coches viejos para que parezcan nuevos causará el mismo
daño en el mercado de ocasión que el caso Gowex en la bolsa alternativa
A tiempos de crisis, delitos imaginativos. La policía ha detenido a 27
personas por trucar cuentakilómetros de automóviles. Dicho así parece un
engaño de arte menor propio de pícaros desesperados; y lo es. Pero
requiere una organización mínima, contactos bien coordinados, discreción
y sangre fría. El modus operandi, como decían las fichas
policiales en cartoncillo, era el siguiente: el cabecilla (asistido por
dos pinches o monosabios) compraba flotas de automóviles bien exprimidos
a empresas de renting; llamaba a expertos en rejuvenecer
cuentakilómetros, a los que llegaba a pagar hasta 900 euros por cada
trucaje; revendía los coches con lifting en los concesionarios
—por un coche falseado podía obtener un beneficio del 100%— quienes, a
su vez, los vendían a particulares con el precio convenientemente
aumentado sobre el que habían pagado. El mérito es organizativo y
paramafioso. Consiste en desvincular las actividades legales de los
concesionarios (hasta 12, en Madrid, Toledo, Ciudad Real, Jaén y
Alicante) de las ilegales. Pero un comprador de Ponferrada notó algo en
su motor, presentó una denuncia y descubrió que el coche con 87.000
kilómetros tenía en realidad 207.000; era un anciano con rostro de
adolescente.
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