John Saxe-Fernández / La Jornada
La radicalización de la
derecha republicana y el fulminante rechazo del poderoso cabildo fósil
(carbón, petróleo, gas) a cualquier cambio del patrón energético vigente
ayuda a explicar, en parte y más allá del racismo y clasismo, la
enardecida y multimillonaria campaña contra la relección de Obama, quien
dio continuidad a las políticas de seguridad doméstica e internacional
de Bush/Cheney luego del 11/9, como el espionaje generalizado y sin
autorización legal de la Agencia Nacional de Seguridad; la usurpación de
funciones judiciales con la renovación de las
comisiones militaresy la permanencia de Guantánamo como prisión y a los postulados de la guerra
preventiva. De inicio avaló el sangriento esquema de intervención/desestabilización a la rápido y furioso (Plan Colombia, Iniciativa Mérida) cuyo ADN se remonta al
Texas de 1836, a la counterinsurgency de la guerra fría y a la ocupación de Latinoamérica con más bases en áreas de interés empresarial y geopolítico. Detuvo la tortura, pero acentuó el uso de
fuerzas especiales, cuyo despliegue pasó de 60 a 120 países y proliferan las
ejecuciones extra-judicialescon
dronesen ultramar, superando a Bush en
misionesy bajas civiles. El quebranto del derecho internacional vía
drones, globalizó un peligroso
estado de excepciónque lleva la
no leya cualquier rincón del planeta: una invitación al caos en las relaciones de poder internacional en momentos de crisis, transición hegemónica y creciente conflictividad por el control de recursos naturales escasos.
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