jueves, 4 de octubre de 2012

APOYO A LA CIENCIA

Debe ser considerada una prioridad nacional; debe haber objetivos concretos, nacionales y regionales; se debe consolidar una estrategia.

Enrique Del Val Blanco / Excélsior
Uno de los grandes problemas que afectan a nuestro país es el referente a la educación, ciencia, tecnología e innovación, consecuencia de que no existe hasta ahora una política de Estado eficiente, articulada y con visión de largo plazo. Lo que tenemos son esquemas e instrumentos desarticulados y atomizados, tanto a nivel federal como estatal.
Es por ello que resulta de lo más importante el esfuerzo que, coordinado por el rector de la UNAM y con participación de más de 120 representantes de 60 entidades, del sector público y de los sectores privado y social, dio como resultado un documento que se presentó esta semana ante el Presidente electo.
El documento lleva por título Hacia una Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación y contiene propuestas para el período 2012-2018. Es un documento muy bien articulado y que ha sido elaborado por especialistas reconocidos en los diversos temas.
En la introducción plantea que “nuestro país tiene el compromiso ineludible de saldar su deuda histórica para abatir la pobreza y el rezago, además de lograr mejores niveles de equidad y bienestar”. Efectivamente, ya es hora de que el gobierno atienda de manera sustancial estos aspectos que, sin duda, nos ayudarán a reducir la desigualdad creciente que México tiene y que no se merece. Una palanca fundamental para ello, cuya efectividad se ha demostrado hasta la saciedad en muchos países, es la inversión y el desarrollo acelerado de la ciencia, tecnología e innovación (CTI). Los diferentes índices mundiales colocan a México muy lejos del lugar que deberíamos ocupar. Somos la décimo quinta nación en cuanto a Producto Interno Bruto (PIB) y, según datos del documento, en el Índice de Desarrollo Humano nos encontramos en el lugar 57; en el de Calidad del Sistema Educativo en el 107; en el de Competitividad Global en el 53; y en el de Investigación y Desarrollo ocupamos el lugar 79.
Con los anteriores índices es imposible pensar que nuestro país pueda crecer y abatir la desigualdad tanto como se necesita, si no toma el toro por los cuernos y dedica los recursos necesarios a la consolidación y desarrollo de la CTI, como está establecido desde el año 2004 en la Ley de Ciencia y Tecnología, es decir, destinar el uno por ciento del PIB a este rubro. En la actualidad, y desde hace varios años, los recursos destinados a ello llegan al 0.4% del PIB, colocándonos en el último lugar de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Las propuestas centrales del documento son que la ciencia debe ser considerada una prioridad nacional; debe haber objetivos concretos, nacionales y regionales; se debe consolidar una estrategia de planeación de mediano y largo plazo; debe haber una creación acelerada de centros de investigación y universidades públicas; deben existir políticas diferenciadas que apoyen el progreso integral de las entidades federativas y regiones, y consolidar la vinculación entre ciencia y educación superior.
En este tema otros países ya lo han hecho de manera destacada, tales como Brasil, India y China, pues entendieron que sin el apoyo a sus científicos para desarrollar ciencia propia que atienda de manera prioritaria sus carencias nacionales, no se puede avanzar sólidamente en este mundo globalizado.
Según la información publicada, el Presidente Electo se comprometió a alcanzar el objetivo de llegar al uno por ciento durante su sexenio, lo cual es una excelente noticia no sólo para los científicos, sino para el país.
Por otro lado, los recursos que se están pidiendo no son nada del otro mundo y el presupuesto nacional puede hacerles frente perfectamente. Destinar el uno por ciento del PIB a la ciencia, tecnología e innovación no afectará el equilibrio macroeconómico ni la tasa de inflación, como tampoco va a provocar ninguna devaluación.
Esperemos que esta decisión de los nuevos funcionarios sea el inicio del cambio en el fundamentalismo que en materia económica y social ha regido a nuestro país por varios sexenios.

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