Jeffrey D. Sachs* - Periódico La Jornada
La primera ministra de Barbados, Mia Motley, y el presidente francés, Emmanuel Macron, invitaron a los líderes mundiales a París, el 22 y 23 de junio, para alcanzar un nuevo pacto global que impulse el financiamiento para la lucha contra la pobreza y el cambio climático inducido por la actividad humana. En buena parte, la continuación del fracaso global en cuanto a financiar dicha lucha refleja las deficiencias de la política estadunidense debido a que Washington, al menos por el momento, sigue estando en el centro del sistema financiero mundial.
Para entender la política de Estados Unidos, tenemos que empezar con la historia del imperio británico. Al tiempo que Gran Bretaña se convirtió en un poder imperial y en la principal potencia mundial en el siglo XIX, la filosofía británica cambió para justificar esa supremacía emergente. Los filósofos ingleses promovían un Estado poderoso (Thomas Hobbes en Leviatán), la protección de la riqueza privada por encima de la redistribución (el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de John Locke), que los mercados estuvieran por encima de los gobiernos ( La mano invisible de Adam Smith) y la futilidad de ayudar a los pobres (la ley de la población de Malthus)
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