Luis Rubio / El Siglo de Torreón
La demencia, decía Einstein, es hacer las mismas cosas esperando un
resultado distinto. Hace treinta años, en el contexto de una severa
recesión, el país optó por emprender el rumbo de la apertura económica
como medio para recuperar el crecimiento que, desde fines de los
sesenta, había sido cada vez más escaso. En esa primera era de reformas
se privatizó un amplio número de empresas (telefonía, bancos,
televisoras, acereras, fertilizantes). El resultado no gustó a una parte
de la población: aunque algunas de las empresas privatizadas
prosperaron de manera incontenible, otras (sobre todo los bancos)
acabaron colapsándose y generando un enorme costo que pagó la población a
través de sus impuestos. Pero, más importante para el debate actual, es
que muchas de las que prosperaron se convirtieron en oligopolios que
obstaculizan la capacidad creativa de la población, reduciendo el
crecimiento potencial de la economía. Lamentablemente, todo indica que
en las reformas que ahora se discuten estamos avanzando exactamente en
la misma dirección.
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