La verdad que los españoles no quieren escuchar, oculta por un
panorama local desolador, es que ningún país crece si pierde población y
envejece
De nuevo la tragedia migratoria ha golpeado las costas de Italia. Una treintena de muertos anónimos asfixiados en una barcaza.
Los medios de comunicación no serán capaces de trazar las historias
personales para que la muerte abandone la categoría numérica y se
convierta en crónica humana. Europa no tiene respuesta para su frontera
sur y al final del laberinto hay más países rotos, más Estados fallidos y
más guerras civiles y sectarias en un mapa que lejos de sosegarse
amenaza con regalarnos un nuevo siglo tan cruel y dramático como el
anterior. Para los países en crisis, como España e Italia, aunque
nuestro vecino cuente con un Gobierno renovado con alguna propuesta
mejor que el fatalismo y entreguismo a lo irremediable, no acaba de
comprenderse la razón por la que alguien aspire a nuestra miseria. No
imaginan la miseria de la que proceden.
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