En 2014 las economías emergentes han dejado de ser la
principal tracción del crecimiento económico mundial. A ello ha contribuido la
menor expansión en las economías de América Latina que afrontan una nueva fase
no exenta de riesgos. En especial los derivados de la retirada de estímulos
monetarios al crecimiento en Estados Unidos. Pero también a ciertas amenazas
derivadas de la desigual estabilidad y en el compromiso con la competencia
global de las distintas economías de la región. Una de las primeras
consideraciones que es necesario hacer cuando se analizan las economías
latinoamericanas es la creciente heterogeneidad de las mismas. Todas, sin
apenas excepción, están expuestas a una mayor volatilidad de los flujos
internacionales de capital consecuente con las variaciones de las políticas
monetarias de las economías avanzadas. A casi todas les afectará la evolución
desfavorable de los precios de las materias primas, a pesar del mayor
crecimiento de las economías avanzadas, especialmente EE UU, Reino Unido y
Japón. Algunos países relevantes de la región tendrán que afrontar una mayor
exposición a las insolvencias bancarias, como consecuencia de crecimiento del
crédito, no siempre asentado en estándares de riguroso análisis del riesgo.
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