Luis Rubio / El Siglo de Torreón
Déjà vu, la ilusión que resulta de recordar un mundo anterior. Esa
parece ser la lógica de la política económica: recrear un mundo que ya
no existe y que ya no es posible. Pero el intento entraña enormes costos
y riesgos, comenzando por la ilusión de que es posible separar y
diferenciar al mundo externo del interno. La globalización de los
procesos productivos transformó no sólo la fabricación de bienes sino
también las relaciones políticas entre actores de la sociedad. A menos
que el gobierno esté dispuesto a imitar a Corea del Norte u otras
dictaduras represivas, su margen de acción es infinitamente menor al que
cree.
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