Luis Prados / El País
Hace un año, Humberto Moreira, presidente nacional del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), que dominó la vida de México durante 70
años en el siglo XX, presentaba su dimisión tras verse envuelto en un escándalo
de créditos bancarios falsos durante su mandato como gobernador del Estado de
Coahuila (2005-2010), una región carbonífera y lechera al norte del país. Había
recibido un Estado prácticamente con superávit y lo dejaba con una deuda de
34.000 millones de pesos (unos 2.000 millones de euros). Y hace dos meses, su
primogénito, José Eduardo, era asesinado a tiros. La investigación del crimen
llevó a la detención de tres policías municipales por secuestrar y entregar a
su hijo al sanguinario cartel de los Zetas. El afligido padre acusó días
después a empresarios de Coahuila —“¡cerdos, pónganse a temblar!”— de comprar
carbón al crimen organizado, y a su hermano Rubén, que le sucedió al frente del
Estado, de gestión ineficaz.
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