Raymundo Riva Palacio / Eje Central
Las dos primeras semanas de Enrique Peña
Nieto como Presidente han sido una ráfaga. De acciones y comunicación
política. Como un ejército que despliega sus divisiones, comenzó con la
restauración, no del PRI sino de la institución presidencial en Palacio
Nacional al regresar a lo sobrio y olvidar lo casual. Algunos extrañan
la informalidad de Vicente Fox que al celebrar desde el balcón del
Palacio la primera noche, se bajó a cantar con Mijares, que amenizaba el
festejo. Otros la de Felipe Calderón, que invertía tiempo para saludar
de mano a todo aquél que podía, en una relación menos formal y mucho más
fraterna de lo que su conducción gubernamental mostraba. Pero los más,
aprecian el cambio.
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