Raúl Cremoix / El Financiero
Unos días antes de la Navidad de 1973, Mario Molina se dijo a sí
mismo que estaba desvariando porque sus cálculos teóricos parecían no
tener sentido. Los verificó una y otra vez antes de ir con su asociado
Sherwood Rwoland, quien se preparaba a pasar su año sabático en Viena.
Los
dos científicos se dedicaron a verificar una serie de ecuaciones
matemáticas y cálculos químicos. Cuando terminaron tuvieron la sensación
de compartir un horrendo secreto sobre la vulnerable y delicada
condición del planeta
¿Qué habían descubierto, por qué se alarmaron?
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