domingo, 28 de septiembre de 2014

BERLÍN DESOYE A TODOS LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES

El Gobierno alemán ignora las recomendaciones de Bruselas, FMI, OCDE, G-20 y BCE
/ Bruselas / El País  
La economía va más allá de la doctrina científica; es una filosofía política, casi una fe laica. En Alemania esa fe está basada en dos dogmas, austeridad y competitividad, grabados en cobre en su constitución o en el quehacer de sus cuerpos de élite: desde los académicos hasta los capitanes de industria pasando por los altos funcionarios. No hay muchos keynesianos (partidarios de los estímulos cuando la economía desfallece) en las instituciones internacionales, pero hace meses que todas ellas —todas— coinciden en su diagnóstico respecto a Alemania: su escasa inversión pública y privada (reflejada en un superávit comercial excesivo) es alarmante; debe invertir más, por su propio interés y por el bien de una recuperación europea que empieza a crujir. Pero Berlín desoye olímpicamente los continuos llamamientos a acometer planes de inversión que llegan desde la Comisión, el FMI, la OCDE, el G-20 e incluso el BCE.
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