Alejandro Nadal / La Jornada
Los reyezuelos van y
vienen. Unos duran más que otros. Todos son un adorno anacrónico, pero
algunos tienen menos suerte y terminan abdicando en condiciones más o
menos oprobiosas. Pero, ¿y el capital financiero? ¿Podría abdicar?
¿Quién sería el heredero?
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