Juan Diego Quesada –Tenancingo-El País
Noé Quetzal Méndez tiene 38 años, la cara redonda y un lunar cerca del ojo
izquierdo. En la fotografía anexa a su ficha policial parece un cantante venido
a menos. La cirugía estética con la que intentó burlar al FBI le ha acartonado el rostro. Quienes
lo conocen bien dicen que no se parece en nada a aquel adolescente regordete
que desde muy pronto, casi siendo un niño, comenzó a prostituir mujeres en
Tenancingo, un pueblo de campesinos situado a 100 kilómetros del Distrito
Federal. Expandió su negocio por Estados Unidos y cruzó en la frontera a más de
cien menores de edad. Cada cierto tiempo volvía a su tierra como el hijo
pródigo.
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