Timothy Garton Ash / El País
Las revelaciones de Edward Snowden sobre el aprovechamiento
masivo de datos llevado a cabo por los servicios de espionaje de Estados Unidos
y Gran Bretaña muestran que la mayoría de las fuentes de las que están
extrayéndolos son de propiedad privada. Con frecuencia, se limitan a explotar
los montones de datos reveladores que nosotros mismos consentimos en compartir
con las grandes empresas del mundo de las tecnologías de la comunicación,
normalmente cuando clicamos el botón de “aceptar” en un documento de términos y
condiciones legales que nadie se molesta en leer. Lo que nuestros servicios de
inteligencia obtienen de forma directa, a través de agentes secretos y espías,
es una mínima proporción de lo que obtienen por medios electrónicos de estas
fuentes empresariales. La conclusión es evidente: si el Gran Hermano regresara
en el siglo XXI, volvería en forma de partenariado público-privado.
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