Tomás Jiménez Araya / El País
El borde del abismo está cada vez más concurrido, mientras
aumenta el riesgo de caída y crece el número y variedad de víctimas a medida
que se prolongan las políticas de austeridad y se estanca la recesión,
acumulando ya más de un lustro de gran sufrimiento social y magros resultados
económicos. Una parte desproporcionada de los damnificados son precisamente los
más vulnerables, la infancia y las familias pobres, situadas en el epicentro de
la crisis. La evidencia de este tsunami social,
con origen en los países desarrollados pero con repercusiones a escala global,
es ya abrumadora en términos de desempleo masivo, extensión de la pobreza y
aumento de la desigualdad en numerosos países.
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