Obama, acuciado por multitud de problemas, trata de redirigir
el debate político hacia la situación económica y, más específicamente, hacia
la importancia de atajar la desigualdad social y reforzar las clases medias.
Este no es tampoco un terreno en el que el presidente demócrata puede sentirse
fuerte: la recuperación está volviendo, pero la redistribución de la renta y la
riqueza en EE UU está situada en los niveles de los años veinte, cuando las
distancias entre las clases sociales fueron más grandes. El declive de las
clases bajas y medias, muy pronunciado desde los años ochenta —los de la
hegemonía de la revolución reaganiana— no ha variado de tendencia con los
últimos presidentes demócratas, Clinton y Obama. Ninguno de ellos se ha
semejado al Lyndon B. Johnson de la gran sociedad y la lucha contra la pobreza.
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