- Francisco cede el estrado a un extoxicómano en su reunión con la élite brasileña
- El papa Francisco defiende la “laicidad del Estado”
P. ORDAZ / Río de Janeiro - El País
Durante su
semana brasileña, el papa Francisco ha visitado las favelas, se ha
reunido con jóvenes toxicómanos y con un grupo de presos, ha almorzado ensalada
y arroz con champiñones con muchachos de los cinco continentes e incluso ha
puesto a Jesús por testigo de los desvaríos de políticos y príncipes de la
Iglesia.
Subido a un jeep
descapotable o al ya famosísimo Fiat Idea —atrás quedaron para siempre los
cochazos oscuros y blindados—, Jorge Mario Bergoglio ha cruzado una y otra vez
el feliz desbarajuste de una ciudad tomada por medio millón de muchachos, pero
solo ha reservado un momento para codearse con el poder. Ayer por la mañana, en
el Teatro Municipal de Río de Janeiro, se concentró lo más granado de la
cultura, la economía, la política y la diplomacia brasileña.
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