Los miles de
peregrinos llegados a Río para encontrarse con el primer papa latinoamericano
están regresando a sus países. En Brasil ha quedado un rastro de bienestar
trazado por las sonrisas y la alegría de Francisco mezclada con la de cerca de
tres millones de jóvenes que convirtieron a Copacabana, la playa más sensual
del mundo, en un gran "altar de fe y alegre confraternidad", como
escribe aquí la prensa.
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