Por Enrique Campos Suárez - El Economista
El 22 de septiembre de 1975 el poderoso líder obrero Fidel Velázquez destapó a José López Portillo como el candidato a la presidencia de la República.
El 4 de julio de 1976 fue la elección presidencial con la peculiaridad de que el abanderado del oficialismo fue el único candidato que apareció en la boleta electoral. Por lo tanto, el ganador rotundo de las elecciones fue López Portillo.
Incluso en aquellos años en los que el partido oficial no tenía que fingir una competencia interna, ni esconder la decisión del dedazo presidencial con encuestas o cualquier otro método que aparentara un proceso democrático, el abanderado tricolor tenía la posibilidad de tener su propio plan de gobierno.
El acuerdo implícito era que el heredero tendría todo el poder a cambio de no rascar en el pasado de los antecesores. Y los expresidentes tenían el compromiso de no entrometerse en la vida política del nuevo sexenio.
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