- La arbitrariedad de Marruecos respecto a la ayuda internacional perjudica a los damnificados por el terremoto
El País
Una semana después del terremoto que ha asolado una amplia región de Marruecos, sigue abierto el balance de muertes —que ya alcanza la cantidad de 3.000 fallecidos—, así como el de destrucción: el seísmo ha reducido a ruinas numerosos pueblos y aldeas del Atlas y dañado o derribado una veintena de edificios del patrimonio histórico, incluidos algunos en la ciudad de Marraquech. Hay que destacar la ola de solidaridad que han suscitado los damnificados, especialmente en el mismo Marruecos, pero también en Francia y en España, los países europeos más próximos, donde hay más población de origen marroquí y de donde sale buena parte del turismo que visita masiva y regularmente el país vecino.
Pero la desgracia que suele unir a las gentes más diversas no actúa siempre de la misma forma cuando se trata de sus élites. Lo demuestra el contraste entre la rápida y generosa reacción de los ciudadanos de a pie y la celosa gestión de la recepción de ayuda por parte del Gobierno marroquí. En su caso, sobre la urgencia y la gravedad de la tragedia ha primado la idea de un Estado fuerte que se hace cargo íntegramente del destino de su población y administra las ofertas de auxilio según sus conveniencias políticas, sin interferencia exterior alguna. Pese a que Argelia abrió al instante su espacio aéreo para facilitar la llegada de socorro exterior, son claros los criterios por los que Rabat ha desdeñado la ayuda argelina.

No hay comentarios:
Publicar un comentario