Carlos Ramrez - El Independiente
La crisis de soberanía territorial del Estado mexicano en Chiapas, Guerrero, Tamaulipas, Guanajuato y otras entidades está probando el agotamiento del modelo gubernamental conocido vulgarmente como “abrazos, no balazos” y que en términos estrictos no es otro que la inviabilidad del modelo de gobernanza criminal.
Para salirse de la lógica de la violencia delictiva que generaba violencia gubernamental, la administración del presidente López Obrador asumió, sin declararlo, el modelo conocido como de gobernanza criminal: otorgarles a los cárteles la corresponsabilidad de disminuir las expresiones de violencia a cambio de una relativa tranquilidad para sus actividades delictivas, sobre todo de producción de marihuana, cocaína y heroína, cuyos productos se llevaban a otras entidades y a Estados Unidos.
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