Jorge Zepeda Patterson - Diario de Yucatán
La adelantada selección a la presidencia del candidato de Morena tiene enormes ventajas políticas: le da a los aspirantes oficiales mucho más tiempo de exposición que a sus adversarios, a López Obrador le ofrece un año para preparar al equipo que entrará a su relevo y da tiempo para restañar heridas que deje el proceso sucesorio. Si consideramos el estado catatónico de la oposición, habría que aceptar que al asumir esta estrategia el partido en el poder está haciendo las cosas bien. Sin duda. Pero habría que estar consciente de que, al hacerlo, hay otras que podrían salir muy mal.
Para empezar, la violación de la ley y las implicaciones que eso conlleva. Coincido con los que piensan que las normas diseñadas para acotar las precampañas y las campañas son inadecuadas y obsoletas en muchos sentidos. En un afán de controlar los excesos, la legislación electoral es el típico caso de una excesiva reglamentación destinada a concentrarse en las faltas puntuales mientras se dejan pasar los pecados capitales. Me recuerda los señalamientos en las carreteras mexicanas, que en algunos tramos limitan la velocidad a 60 o 70 kilómetros por hora, probablemente reminiscencias de un reglamento de hace 50 años. Límites tan absurdos que resultan imposible cumplir y hacen de cada conductor un infractor. El típico caso de un corsé en el que solo un anoréxico puede entrar. En la práctica, todo partido y toda campaña se ve en la obligación de encontrar subterfugios para operar.
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