Maddie McGarvey para The New York Times
Por Paul Krugman - The New York Times
El 3 de febrero, un tren que transportaba materiales peligrosos se descarriló en el pueblo de East Palestine en Ohio. Una parte de la carga se incendió de inmediato. Tres días después, las autoridades liberaron y quemaron material adicional de cinco vagones cisterna. Estos incendios generaron altos niveles de sustancias químicas nocivas en el aire, aunque la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos dijo que la contaminación no fue lo suficientemente grave como para causar daños a la salud a largo plazo.
En realidad, los descarrilamientos de trenes son bastante frecuentes, pero es sencillo ver cómo este descarrilamiento en particular podría convertirse en un problema político. Después de todo, el gobierno de Barack Obama trató de mejorar la seguridad ferroviaria y exigió frenos más modernos y potentes en los trenes de alto riesgo, y después el gobierno de Donald Trump revirtió estas regulaciones. Resulta que es probable que esas regulaciones no habrían evitado el descarrilamiento en Ohio, porque eran demasiado limitadas para haber cubierto a ese tren específico. Aun así, podría parecer a primera vista que los acontecimientos en East Palestine solidifican el argumento progresista a favor de una regulación más severa de la industria y afectan el argumento conservador en contra de la regulación.

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