Luis Rubio - El Siglo de Torreón
El petróleo pudo haber sido una bendición -o la maldición que recetó López Velarde- pero PEMEX es el gran
lastre que está hundiendo a las finanzas
públicas y, con ellas, al país. La distinción
es clave porque yace en el corazón de la
disputa energética que vive hoy el país:
no es lo mismo la empresa estatal que monopoliza (cada vez más) la explotación del
petróleo, que el recurso mismo. Lo crucial es el recurso y su explotación eficiente y limpia para transformarlo en riqueza. La empresa se ha convertido en el
gran obstáculo para el desarrollo del país y es un fardo para las finanzas públicas
que amenaza la estabilidad económica.
La paradoja es que el mayor perjudicado de la situación de PEMEX es el gobierno del presidente López Obrador, quien anticipaba convertir a la paraestatal en la
principal fuente de crecimiento económico, como en los setenta.
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