El BCE baraja acordar más rebajas de tipos y activar después compras
de activos a la americana tras el test a la banca si la inflación
empeora y la recuperación se tuerce
Claudi Pérez-Bruselas-El País
El aura pseudorreligiosa de los banqueros centrales brota de su
capacidad para fabricar dinero de la nada. Aunque a veces para hacer
magia basta con palabras: el BCE tiene debilidad por el arte de la intervención verbal desde que su jefe, Mario Draghi, descubrió que arqueando una ceja —aquel “haré todo lo necesario”
de verano de 2012— los especuladores huían como conejos. Ahí empezó a
diluirse el riesgo de ruptura del euro y el continente inició una lenta
vuelta a la normalidad. Muy, pero que muy relativa: 26 millones de
personas están en paro, la banca no termina de disipar las dudas y la
recuperación es extremadamente frágil pese a la mejoría en los mercados.
Los problemas van por barrios. El paro del Sur es tres veces mayor que
en el Norte; los intereses que pagan las empresas periféricas por los
créditos son dos puntos más altos que los de las alemanas, y los riesgos de deflación están ahí:
el FMI los cifra en un 25%. Ante ese ramillete de desafíos, el BCE
lleva medio año sesteando. Y las fuentes consultadas dicen que la siesta
seguirá en mayo. A partir de ahí las cosas pueden cambiar, con un plan
de acción en dos fases a la vista de que los disparos verbales de Draghi son cada vez menos efectivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario