Luis Linares Zapata / La Jornada
Al rebajar el
pronóstico de crecimiento económico para 2014, el secretario de Hacienda
se provocó varios daños. El primero, más evidente y doloroso, fue el
forzado por la terca realidad. Se le impuso, por quinta vez, la
necesidad de modificar sus previsiones (3.9 por ciento), presumidas hace
apenas unos pocos meses, para situarlas ahora en un escaso 2.7 por
ciento. El segundo tuvo que ver con las justificaciones declaradas en
varios medios informativos. La primera de ellas refleja, de cierto, la
poca atención que los tecnócratas de la econometría dispensan a datos
que no son los propios. Y que son bastante conocidos. Para empezar, el
ralo crecimiento de la economía estadunidense durante el mismo
trimestre. Bien debían sospechar al menos esos hacendistas, que alegan
saber mucho, que el modelo de librecambio, basado en tratados externos
desbalanceados, no ha sido, en manera alguna y probada, la máquina de
poder que empuje el crecimiento. Tanto la segunda como la tercera
justificaciones del doctor Videgaray: la caída de los ingresos
petroleros y los efectos de la reforma fiscal, presentaban un panorama
que debió ser insertado desde el inicio de la futurología 2014. Lo
urgente era la buena imagen y el envío de mensajes positivos. Paga
ahora, con descrédito creciente, sus liviandades
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